Tus palabras son otro campanazo, de esos que me llaman, que me advierten, que me recuerdan. Son parte del espejo y la bola de cristal. Todo va, en sincronía, hacia algún sitio: al palacio o el precipicio. Pedro
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos -esta muerte que nos acompaña de la mañana a la noche, insomne, sorda, como un viejo remordimiento o un vicio absurdo-. Tus ojos serán una vana palabra, un grito acallado, un silencio. Así los ves cada mañana cuando sola sobre ti misma te inclinas en el espejo. Oh querida esperanza, también ese día sabremos nosotros que eres la vida y eres la nada. Para todos tiene la muerte una mirada. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Será como abandonar un vicio, como contemplar en el espejo el resurgir de un rostro muerto, como escuchar unos labios cerrados. Mudos, descenderemos en el remolino.
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Tus palabras
son otro campanazo,
de esos que me llaman,
que me advierten,
que me recuerdan.
Son parte del espejo
y la bola de cristal.
Todo va, en sincronía,
hacia algún sitio:
al palacio o el precipicio.
Pedro
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